Ser_Len11_Alu

2323 ¡NOME LO VAS A CREER! NI TE IMAGINAS TODO LO QUE ME ACABA DE OCU- RRIR VINIENDO A CASA... ...¡TODA UNA ODISEA ! ...NO. ¡NO ME LO IMAGINO! ¿Pero sigue siendo la misma identidad de antes? El Ulises que llega a Ítaca como un viejo mendigo, irreco- nocible para todos, tal vez no sea ya la misma persona que el Ulises que partió rumbo a Troya. No por nada había salvado su vida cambiando su nombre por el de Nadie. El único reconocimiento inmediato y espontá- neo es el del perro Argos, como si la continuidad del individuo se manifestase solamente a través de seña- les perceptibles para un ojo animal. Las pruebas de su identidad son para la nodriza la huella de una dentella- da de jabalí, para su mujer el secreto de la fabricación del lecho nupcial con una raíz de olivo, para el padre una lista de árboles frutales: señales todas que nada tienen de realeza, y que equiparan a un héroe con un cazador furtivo, con un carpintero, con un hortelano. A estas señales se añaden la fuerza física, una comba- tividad despiadada contra los enemigos, y sobre todo el favor evidente de los dioses, que es lo que convence también a Telémaco, pero sólo por un acto de fe. A su vez Ulises, irreconocible, al despertar en Ítaca no reconoce su patria. Tendrá que intervenir Atenea para garantizarle que Ítaca es realmente Ítaca. En la segunda mitad de la Odisea , la crisis de identidad es general. Solo el relato garantiza que los personajes y los lugares son los mismos personajes y los mismos lugares. Pero también el relato cambia. El relato que el irreconocible Ulises narra al pastor Eumeo, después al rival Antinoo y a la misma Penélope, es otra Odisea, totalmente diferente: las peregrinaciones que han lle- vado desde Creta hasta allí al personaje ficticio que él dice ser, un relato de naufragios y piratas mucho más verosímil que el relato que él mismo había contado al rey de los feacios. ¿Quién nos dice que no sea esta la «verdadera» Odisea? Pero esta nueva Odisea remite a otra Odisea más: en sus viajes el cretense había encon- trado a Ulises: así es como Ulises cuenta de un Ulises que viaja por países por donde la Odisea que se da por «verdadera» no lo hizo pasar. Que Ulises es un misti- ficador ya se sabe antes de la Odisea. ¿No fue él quien ideó la gran superchería del caballo? Y en el comienzo de la Odisea, las primeras evocaciones de su persona- je son dos flash-back de la guerra de Troya contados sucesivamente por Elena y por Menelao: dos historias de simulación. En la primera penetra bajo engañosos harapos en la ciudad sitiada llevando la mortandad; en la segunda está encerrado dentro del caballo con sus compañeros y consigue impedir que Elena, inci- tándolos a hablar, los desenmascare. (En ambos episodios Ulises se encuentra frente a Ele- na: en el primero como una aliada, cómplice de la si- mulación: en el segundo como adversaria que finge las voces de las mujeres de los aqueos para inducirlos a traicionarse. El papel de Elena resulta contradictorio pero es siempre la contramarca de la simulación. De la misma manera, también Penélope se presenta como una simuladora con la estratagema de la tela: la tela de Penélope es una estratagema simétrica de la del caballo de Troya, y es a la par un producto de la habilidad ma- nual y de la falsificación: las dos principales cualidades de Ulises son también las de Penélope.) CALVINO, Ítalo. ¿Por qué leer los clásicos? Barcelona: Tusquets, 1993.

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