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16 La Eneida Este poema épico, escrito por Virgilio en el año I a. C., fue encargado por el emperador Augusto para que se narrara de manera gloriosa un pasado que conectara la civilización latina con la historia griega. La Eneida es el gran poema nacional romano. Sus héroes son Eneas, de quien recibe su nombre, y la eterna ciudad de Roma. El libro consta de doce cantos que se dividen en dos partes: los primeros seis libros narran el viaje de Eneas, desde la destruida ciudad de Troya, hasta llegar a la península itálica; los seis can- tos finales cuentan las batallas que libró Eneas, para fundar un Estado que se convertiría en el Imperio romano. Algunos consideran la Eneida una obra menor a las griegas, por su estructura similar a las epopeyas homéricas, pero el estilo de escritura y el preciosis- mo en el lenguaje hacen de la obra de Virgilio un texto imprescindible. Ricci, Sebastiano. Dionisio y Ariadna , hacia 1713. La tragedia clásica En el siglo VII a. C., en Grecia se rendía culto a Dionisio, el dios del vino. En estas fiestas se representaban himnos corales, con música y acciones de mímica. La celebración era de corte ritual en el que se bebían vino y se disfrazaban para asemejarse a los animales. Es- tas festividades dionisíacas fueron estructurándose y hacia el siglo V a. C., en Atenas, los artesanos, comerciantes, políticos e incluso los esclavos asistían a jornadas de cinco días de teatro. Cada día se representaban cuatro obras escritas por un mismo autor: las tres primeras formaban una trilogía de carácter trágico y la última era una comedia suelta. Al finalizar los cinco días, se escogía al ganador de las fiestas teatrales. Durante el siglo V a. C., la tragedia se convirtió en la forma artística por excelencia. En palabras de Aristóteles, el teatro es la representación de un acto sublime que, mediante el odio y la pasión, persigue la purificación (catarsis) de los afectos del alma. Los legisla- dores atenienses utilizaron la majestuosidad de la tragedia para conmover al pueblo y canalizar el fervor popular; construyeron theatrones a los que podían asistir hasta 30.000 espectadores. El teatro fue la mejor manera de conducir al pueblo hacia la reflexión sobre los conflictos de la vida social y política y para inculcar el sentido de las leyes y la responsabilidad de los actos del hombre. Así, era posible responder a las coyunturas históricas de un pueblo amenazado por las tiranías, las guerras civiles y la anarquía. Canto las terribles armas de Marte y el varón que, huyendo de las riberas de Troya por el rigor de los hados, pisó el primero la Italia y las costas Lavinias. Largo tiempo anduvo errante por tierra y por mar, arrastrado a impulso de los dioses, por el furor de la rencorosa Juno. Mucho padeció en la guerra antes de que lograse edificar la gran ciudad y llevar a sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje latino y los sena- dores Albanos, y las murallas de la soberbia Roma. Musa, recuérdame por qué causas, dime por cuál numen agraviado, por cuál ofensa, la reina de los dioses impulsó a un varón insigne por su piedad a arrostrar tantas aventuras, a pasar tantos afanes. ¡Tan grandes iras caben en los celestes pechos! Hubo una ciudad antigua, Cartago, poblada por colonos tirios, en frente y a gran dis- tancia de Italia y de las bocas del Tíber, opulenta y bravísima en el arte de la guerra. Es fama que Juno la habitaba con preferencia a todas las demás ciudades, y aun a la misma Samos; allí tenía sus armas y su carro, y ya de antiguo revolvía en su mente el propósito y la esperanza de que llegase a ser señora de todas las gentes, si lo consin- tiesen los hados; pero había oído que del linaje de los troyanos procedería una raza que, andando el tiempo, había de derribar las fortalezas tirias, y que de ella nacería un pueblo dominador del mundo, soberbio en la guerra y destinado a exterminar la Libia (...). VIRGILIO. Eneida . Medellín: Bedout, 1971. Pasado mítico. Al nombrar a Troya en la fundación de Italia, alude al Imperio romano con una historia de dioses y héroes míticos. Unión con la tradición griega. Virgilio nombra a Eneas como aquel que edificó la ciudad y es el padre de los senadores, para unir en el linaje a los pueblos griego y al romano.

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