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14 El desplazamiento y los medios de transporte Un medio de transporte es el vehículo empleado para llevar a alguien de un lugar a otro; de esta manera, se produce el desplazamiento físico de las personas. En la litera- tura de viajes ocurre exactamente lo mismo: el protagonista y los personajes emplean uno o varios medios de transporte para recorrer y enseñarnos geografías extrañas. Gracias a la literatura, ha sido posible conocer medios de transporte tan insólitos como las bolas de cristal, los caballos voladores, las máquinas del tiempo y hasta la teletrans- portación que, por supuesto, solo son posibles gracias a la imaginación de los escrito- res. La literatura de viajes escrita en Oriente nombra variedad de vehículos. Su folclor y, por supuesto, su literatura escrita, están poblados por un sinfín de modos fantásticos y mágicos de viajar. Nos encontramos con viajeros que se sirven de anillos, gorras, botas, flechas, nubes, pájaros, alfombras y hasta elefantes. El caballo volador ha sido recurrente en la literatura de viajes de cualquier confín del mundo, porque permite franquear el cielo a una velocidad vertiginosa. Sin embargo, la literatura de viajes también ha hecho uso de otros vehículos, no tan fantásticos, pero de difícil acceso en la vida real, tales como globos, naves espaciales o submarinos. Por supuesto, los autores también han puesto en funcionamiento los más habituales modos de desplazamiento: el viaje en autobús, carro o la sencilla caminata. Una de las bondades del medio de transporte en las obras de viajes es que ofrece po- sibilidades de encuentro con otros personajes, contribuye a resolver problemas de ma- nera oportuna y sirve para consolidar o enmarcar la imagen del héroe o protagonista. El globo del doctor Fergusson. Cinco semanas en globo (Fragmento) Oscurecía con gran rapidez. El doctor, sin poder reconocer el terreno, había enganchado el globo a un árbol muy alto, del cual distinguía a duras penas confusas formas. Empezó su guardia a las nueve, como tenía por costumbre, y Dick le relevó a las doce. —¡Vigilancia, Dick, mucha vigilancia! —recomendó el doctor. —¿Hay alguna novedad? —No, pero no puedo asegurar de una manera positiva dónde nos ha traído el viento, y creo haber oído debajo de nosotros vagos rumores. Un exceso de prudencia no resultará perjudicial. —Habrás oído los gritos de algunas fieras. —No, me ha parecido otra cosa... En fin, veremos; a la menor alarma no dejes de despertarnos. —Duerme tranquilo. El doctor, después de haber escuchado de nuevo con la mayor atención, sin oír nada de particular, se echó sobre su manta y no tardó en dor- mirse. El cielo estaba cubierto de densas nubes, pero ni un soplo de aire turbaba la tranquilidad de la atmósfera. El Victoria, sujeto con una sola ancla, no experimentaba oscilación alguna. Kennedy, acodado en la barquilla de manera que le permitiese vigilar el soplete, consideraba aquella oscura calma. Interrogaba el horizonte, y, como suele sucederles a quienes poseen un espíritu inquieto o pre- visor, de vez en cuando su mirada creía distinguir vagos resplandores. VERNE, Julio. Cinco semanas en globo . Madrid: Edaf, 1981. El medio de transporte. En este caso, el viaje se realiza en globo aerostático. La exploración. En un terreno desconocido, mantener la alarma significa explorar aquello que puede ser peligroso. El silencio para escuchar si hay fieras y la vigilia para estar atento a cualquier señal de peligro.
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