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Literatura Mientras lees Mientras lees 38 Glosario Antología Piroska Así pues, los pasajeros abordaron el barco bastante exaltados; cantaban sus canciones populares y bailaban en la cubierta, di- virtiendo a la tripulación. La melodiosa música de los violines y clarinetes llenaba el ambiente, y enseguida el barco adquirió la atmósfera de una boda en el campo o una feria de primavera. Una de las pasajeras en particular atrajo de inmediato la mirada de un joven marinero llamado Richard Stiles, cuando se encon- traba en medio de sus labores: una joven, pelirroja, que parecía brillar como el ámbar e iluminaba a todos los que la rodeaban. Él se enamoró con la velocidad de un latido, aunque era dema- siado tímido para aventurarse más allá de una sonrisa. Había algo ciertamente infantil en estos inmigrantes. Era como si arroparan sus miedos y expectativas sobre la nueva vida que se avecinaba bajo un manto de alegría y entusiasmo, como si sus canciones y risas fueran talismanes contra el infortunio. Pero las cosas cambiaron a medida que se internaban en el Atlántico. Una tormenta se abalanzó contra el barco y obligó a todos a refugiarse bajo cu- bierta. Las canciones fueron reemplazadas por plegarias, las risas por quejidos y lágrimas. Las esposas se aferraban a sus maridos, los hijos a sus madres. Para el momento en que el viento amainó, unos días más tarde, los inmi- grantes se veían apaleados, como si la tormenta hubiera quebrado sus buenos ánimos. Cesaron los cantos y nadie bailó ya, e incluso los juegos de los niños parecían desanimados y enmudecidos. Fragmento de PRIETSLEY, Chris. Cuentos de terror del barco negro . Bogotá: Norma, 1988. Caricia Madre, madre, tú me besas, pero yo te beso más,
y el enjambre de mis besos
no te deja ni mirar... Si la abeja se entra al lirio,
no se siente su aletear.
Cuando escondes a tu hijito
ni se le oye respirar... Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar... El estanque copia todo lo que tú mirando estás; pero tú en las niñas tienes a tu hijo y nada más. Los ojitos que me diste
me los tengo de gastar en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar... ¿Cómo te imaginas una tormenta en altamar? ¿Qué mensaje le darías a tu madre a través de un poema? amainó: perdió fuerzas, se hizo más suave. Realiza el Taller de comprensión de lectura crítica, págs. 217 y 218. MISTRAL Gabriela. Caricia . En: Poesías completas . Madrid: Aguilar, 1976. enjambre: multitud; muchos. Glosario
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