TAZ_ElPequenoQuijote

17 Desde luego, a nadie le gusta volver a casa con jugo de mandarina en el cabello. O tener que buscar como explorador su mochila bajo las carpetas. Pero el joven Alfonso pensaba que era un precio muy bajo con tal de que lo dejaran tranquilo y pudiera esconderse en las escaleras del colegio a leer. Omejor aún, en su lugar favo- rito: en las tribunas del coliseo, donde se senta- ba en lo más alto con un libro y, con los ojos su- mergidos en la lectura, creía dominar el mundo. Episodio II Así pasaba sus días, leyendo y fantaseando. Respondiendo las preguntas de la profesora Orfilia —quien lo apreciaba y trataba de prote- gerlo, pero como ya dijimos era un poco viejita y no veía la mochila volar— y dibujando a los héroes de las historias que leía en su cuader- no de Matemática. Un cuaderno que no tenía ni una sola suma ni resta, pero sí dibujos de ma- gos, elfos, sirenas, incluso el plano de un cohete para llegar a la Luna. Digamos que nuestro joven era un soñador. Sacaba buenas notas y era aplicado. Ayudaba en las tareas de la casa, y su familia, así como sus profesores, estaban contentos con su dispo-

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