TAZ_ElPequenoQuijote
15 A nadie parecía importarle. Solo el Flaco Var- gas, el delegado del salón, lo defendía. Pero úni- camente porque era amante del orden y no le gustaba ver su salón hecho un chiquero. Se ponía de pie de pronto y clavaba su mirada en alguno que tuviese el proyectil listo para ser lanzado. To- dos, como lo respetaban porque era justo y fuerte, guardaban en ese instante las mandarinas o pe- ras para otra ocasión. Entonces el joven Alfonso seguía con su lectura y la clase se olvidaba de él. Era el inicio del año, y el panorama no se mostraba muy prometedor para el muchacho. Sin embargo, a él parecía no importarle nada de eso. Por el contrario, se sentía complacido de poder volver a refugiarse en sus historias. Esta- ba seguro —con una sabiduría rara a su edad— de que sus compañeros no eran malos. Solo bus- caban divertirse a su costa y pasar el rato, pues el colegio podía ser muy aburrido a veces. Pero él tenía algo que ellos no, y por eso los compa- decía. Tenía la posibilidad de recorrer el mundo en un globo, como en la novela de Julio Verne; de matar un gran pulpo gigante, ese libro sobre el fondo del mar; también de atravesar la selva espesa del Amazonas; luchar contra unmaléfico mago; quizá ir al espacio o construir un robot.
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