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2323 XII), un relato alegórico de carácter épico ( La batalla de Don Carnal y de Doña Cuaresma ), una serie de compo- siciones líricas, devotas y prófanas, y por último, un prólogo en prosa. La diversidad de todos estos elementos hace que el Li- bro de buen amor carezca de una unidad bien definida, a pesar de que el arcipreste de Hita tiene en todo mo- mento una clara conciencia de la obra que está com- poniendo, como se puede apreciar en las continuas alusiones internas que hace a la redacción de su libro y en las frecuentes advertencias acerca de su valor. Por otra parte, parece claro que Juan Ruiz distribuyó la materia de su Libro de forma simétrica, manteniendo cierto equilibrio entre las distintas partes: el prólogo se compensa con el epílogo, ya que en ambos se ex- presa la intención del autor. El episodio de Amor y Venus se corresponde con el de Carnal y Cuaresma. La aventura de doña Edrina tiene su réplica en la de doña Garoza, y los episodios urbanos se equilibran con las escenas de la sierra. No cabe duda de que la unidad fundamental del Libro de buen amor procede, sobre todo, de la narración en primera persona; esto hace que la obra se nos presen- te como una autobiografía amorosa de carácter ficti- cio de difícil entronque en la tradición anterior, y cuyo origen no se debe buscar tanto en la literatura semíti- ca (árabe o judía), como en algunas comedias latinas medievales, surgidas en centros universitarios. El hilo autobiográfico, sin embargo, se pierde con facilidad debido a las frecuentes disquisiciones de todo tipo, que hacen que el “yo” poético de Juan Ruiz se des- pliegue en media docena de posibilidades, de acuerdo con el punto de vista que adopta el autor en cada mo- “AMOR, QUIENMÁS TE SIGUE, QUÉMASLE CUERPO Y ALMA, DESTRÚYELOS DEL TODO, COMO EL FUEGO A LA RAMA”. mento; mediante este recurso, el arcipreste de Hita dispone de una serie casi ilimitada de posibilidades irónicas, con toda la riqueza de matices inimagina- bles, a la que contribuye la continua superposición de estilos: las enseñanzas de la Retórica se utilizan para descripciones de temas que los tratadistas consideran dignos de estilo más llano, o se emplean formas po- pulares cuando el arte de bien escribir recomienda lo contrario; esto que al hombre actual podría pasarle in- advertido, al público medieval le producía una impre- sión cómica enorme, pues se rompían los moldes ha- bituales; así ocurre, por ejemplo, en la aventura de la serrana (estrofas 1006 y siguientes): la introducción normal en este tipo de composiciones sitúa la acción en un agradable prado, en primavera; el arcipreste ha- bla de la sierra en medio de una ventisca; el encuen- tro tiene como protagonistas a un caballero y a una pastora (o vaquera), en la tradición del género, pero Juan Ruiz presenta a un caminante aterido de frío y agotado por haber subido al puerto a pie y corriendo; la dama o pastora, que solía ser la más bella de las be- llas, es ahora un monstruo que, sin embargo, se llama Alda, como la rubia esposa de Roldán; la poradia va más allá del texto. La mezcla de distintos puntos de vista, el tono paró- dico y serio, la ruptura estructural con la tradición an- terior, la maestría en el empleo de las enseñanzas de la Retórica y tantos otros aspectos hacen que el Libro de buen amor sea una obra de extraordinaria moder- nidad. [...] ALVAR, Carlos. Historia Universal de la Literatura , No. 52. Bogotá: Oveja Negra, 1983.

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